SENTOWER solo existe en papel pero no podría existir en un lugar que no fuese Akihabara. Este proyecto nace de mi experiencia personal en Japón, de mi aprendizaje de su cultura y de mi evolución como arquitecto. Akihabara es un lugar complejo, cruce de caminos y usuarios heterogéneos pero con una fuerte identidad que ha sido la que ha guiado cada uno de los pasos de este proyecto. El programa, resultado del contexto histórico, social y físico inmediato, define los espacios; sus relaciones definen las circulaciones; sus necesidades, las fachadas, los volúmenes y hasta los modos de abastecimiento energético. El edificio se alimenta de la biomasa generada por las algas que recorren la fachada más expuesta.
El edificio se concibió como un reflejo de sus edificios vecinos, en los que la parte alta es en realidad un gran sombrero de estructura metálica y fachada publicitaria. Al dotar de contenido a ese gran continente y otorgarle además la importancia que merece ese lugar privilegiado, surgió el proyecto, empezando desde el tejado. El volumen de coronación alberga el SENTO : baños públicos japoneses. El vaso se abre mirando al cielo y se protege en su perímetro de la agresividad del Tokio contemporáneo, recuperando el espacio comunitario de relación más poderoso de Japon. Los usos se apilan y los espacios tradicionales cohabitan con los usos propios del barrio con la personalidad más extrema de Japón.
A nivel estructural, también podemos hablar de dualidad. La estructura portante principal se concentra en el núcleo interior de hormigón para generar una mayor permeabilidad del programa hacia el exterior. Se trata en realidad de un árbol con un robusto tronco central que resuelve el arriostramiento mediante tensores a lo largo de la fachada que aumentan de forma considerable la inercia técnica mecánica frente a los esfuerzos horizontales (seísmos).