La disposición del edificio responde a la voluntad de generar una residencia que se sirva de la isla como parte integrante del programa dado. De esta manera se llega a la conclusión de que el edificio deberá funcionar como una válvula, que regule el acceso púbico a la isla, estableciendo una clara diferenciación entre visitantes e investigadores interinos. Por otra parte, es capital tener una noción de la Península artificial como un ente histórico, cuya importancia se ha visto desplazada hacia otros puntos de a ciudad en el último siglo.
Se decide adaptar el edificio a la geografía de la isla a través de una serie de módulos geométricos que permiten albergar los diferentes espacios propuestos; y disponer la zona de investigadores, y por tanto aquella con mayor necesidad de privacidad, en la zona perimetral, entrando en contacto visual con la zona fluvial. El espacio de divulgación, concebido como una serie de estancias abiertas a los visitantes, se sitúa en la zona central, existiendo una espacios que los articulan (mediateca etc.).
Al tratarse de un terreno con considerable pendiente, se decide disponer e edificio en diferentes niveles, definidos a través de una serie de muros de gaviones, que actúan como muros de contención y que serán determinantes a la hora de entender la estructura del nivel público.
La cubierta, entendida aquí como nivel técnico, algo parecido a un “edredón”, adquiere un grosor singular, al tener que albergar una serie de instalaciones específicas de las zonas de investigación. A su vez alberga una serie de estancias de estudio, que se separan del nivel público, para entrar en contacto con el cielo nórdico.